Ahora,
en Otoño, van a hacer ya tres años en que acompañe a un grupo de
buenos amigos, en este tramo del Sanabrés.Era en Octubre del 2010.
Mi
estado era doloroso, ya que estaba lesionado reciente de una fisura
rotular, de la que no me olvido, o es ella la que no quiere aun de mi
olvidarse.
La grandeza del paisaje, la magnificencia de las
vistas, la soledad compartida con los compañeros, las poblaciones y
ventas, las gentes sencillas que hacían grande el Camino, y los
amigos que contagiados por la grandeza que nos rodeaba se convertían
ellos mismo en GIGANTES, como el de CAMPOBECERROS. Hacerlo del
modo en que lo hice, no ES HACER CAMINO.
Y tenia prometido hacer
este tramo que no pude pisar.
Esta
es parte del diario de aquellas jornadas...jornadas que espero poder
ahora pisar.....
Suena
un despertador, a la hora que tenía establecida, que era pronto, y
estando ya despierto, espero ver quien se levanta al sonido de la
alarma. Nadie se mueve. Silencio. Aun a oscuras, no puedo distinguir
a Guillermo, que supongo dueño del aviso.
No
se mueve nadie, y pienso que ya estará aseándose y vistiéndose
para partir.
A
los cinco minutos, vuelve el sonido. Y el silencio como respuesta.
¡Vaya,
pienso yo, el aseo esta durando ya mucho….!
Y a
la tercera llamada de diana, veo con asombro, que la gran figura de
Guillermo se mueve en su litera, que alarga la mano, y, ¡ahora si!,
apaga el móvil y empieza a desperezarse.
El
cansancio del día anterior, el estado de sus lesiones en los pies y
la tendinitis que arrastra, le han pasado factura. Más tarde, cuando
le comenté lo del despertador, no creía posible que no lo hubiera
oído.
Van
partiendo los compañeros hacia el Camino, siendo los primeros
Helenio y Guillermo, dejándome a mi cargo a Raúl, que continúa
descansando, para que lo suba con el coche hasta la Alberguería,
donde hemos quedado para el encuentro, ya que es muy pronto para él,
y dura la caminata.
Cuando
salimos nosotros, camino del puerto, la niebla es intensa, llegando
en muchos momentos a no ver más de cinco metros, y a pesar de la
hora, ya son las 8, nos perdemos la vista impresionante que se
adivina.
Desconociendo
el camino y la situación del punto de encuentro, y por causas de la
imposibilidad de ver nada, empiezo la bajada del puerto y me doy
cuenta de que he pasado de largo la Alberguería.
Vuelta
atrás, y mas adivinando que viendo, llegamos Raúl y yo al Rincón
del Peregrino, donde nos calentamos al lado de la confortante estufa
de fuego, ya que el frío es fuerte. Son las 8.30 h