Crónicas Guatemaltecas
Mi
Camino a Santiago Atitlan.
4ª
etapa. (1ª
parte)
PANAJACHEL
(La
cuarta etapa fue la de llegar a Panajachel
(San
Francisco Panajachel),
ciudad a orillas del lago de Atitlán, enfrente de Santiago de
Atitlan, al otro lado del gran lago, en medio de los tres volcanes
que lo rodean.
(Atitlán,
San Pedro y Tolimán)
En esta población de Panajachel, como si al irme acercando a mi
destino final se fueran acentuando los encuentros jacobeos, otra
¿coincidencia? me lleno de emoción, ampliando si cabía el estar
seguro ya de estar en el Camino.)
Desde
esta población de Chichicastenango a la de Panajachel, mi destino de
hoy, hay apenas cuarenta kilómetros, eso si por las difíciles
carreteras de la zona.
La
ciudad intermedia en el trayecto es Solóla,
igualmente ciudad de gran mercado precisamente hoy viernes, y que es
la conexión para la bajada a Panajachel, a orillas ya del lago de
Atitlan, por la carretera siempre dificultosa, a borde del precipicio
a la derecha, y por la izquierda la pared montañosa vertical, con
abundantes desprendimientos.
Y
a causa de uno de estos derrumbes hace ya mas de cinco meses, se
encuentra cortada al tráfico, por lo que el servicio directo de
“canasteras” de Chichi a Panajachel, por Solóla, se ha
suprimido.
La solución que se me da, es el de tomar un minibus, de ocho plazas, que hace ruta hasta Los Encuentros, cruce de carreteras, y de allí bajar con el Bus a Solóla. Y desde esta población buscarme la vida.
A
las seis y medía de la mañana, a pie de calle principal, en la
parada más o menos conocida, la gente se abarrota para tomar el
minibus que los llevara al cruce de Los Encuentros, y de allí bajar
al mercado de Solóla.
Son
los mismos vendedores de ayer, que marchan con sus mercancías o bien
en sus camionetas japonesas, algunos otros con sus canastas en el
pequeño bus, que se engrandece para poder dar cabida a mas de veinte
personas, entre las que me encuentro, sentado junto a dos amables
mayas, y encima de mis rodillas una encantadora y silenciosa anciana,
y su inseparable cesta.
El
trayecto, como en todos los buses del país, se va parando a medida
de que alguien avisa de querer subir o de bajar, produciéndose
constantemente el movimiento del personal, para dejar paso al
entrante o saliente, con el consecuente ajuste de posición,
aprovechando para cambiar la postura de la pierna dormida.
Los
conductores de los transportes son de una magnífica calidad, si
circularan en un rally, ya que no se respeta ni la velocidad, ni las
líneas continuas, y los adelantamientos son para santiguarse, si es
que el brazo correspondiente no esta debajo de la amable y silenciosa
señora maya.
La
llegada a Los Encuentros y la carrera para tomar el Bus a Solóla,
éste de gran capacidad, lo que quiere decir el doble de su ocupación
sentada y de pie en circunstancias normales. Esta vez me siento junto
a un caballero, que luce su sombrero festivo, como la mayoría de los
mayas.
A
la llegada a Solóla, y buscándome la vida, encuentro la solución
única de tomar otra “canastera” hasta la población de San
Jorge, y de allí al
tomar una camioneta japonesa, al estilo indígena, que es de pie en
la caja, agarrado a la barra de soporte, y hacerse estos últimos
cuatro kilómetros por una pista de tierra hasta el embarcadero de
Jaibal,
en el lago de Atitlan.
La
belleza del territorio, la inmensidad del lago, la vista de los
volcanes que lo rodean y el espíritu peregrino hacen olvidar todas
estas circunstancias.
La
lancha a motor, nos lleva a Panajachel a través de la maravilla de
las aguas azules del Atitlan, y tras tres horas desde la salida de
Chichi, y cinco medios de trasporte, y por un total de 3,50€ al
cambio, impagable la experiencia, llego por fin al embarcadero de la
población turística de Panajachel.
A
pie mismo del embarcadero, la Posada de Don Rodrigo me recibe para
tomarme el desayuno tan bien ganado.
Unos
huevos rancheros, acompañados de los siempre presentes frijoles
negros, un zumo de naranja recién exprimido y un buen café expreso,
junto a la impresionante vista del lago desde la terraza de la
Posada, hacen que empiece totalmente recuperado y en este punto mi
verdadera jornada peregrina, dirigiéndome, calle Santander arriba,
ya a presentarme en la Iglesia de San Francisco de Asís.
Y
otra experiencia y encuentro jacobeo me espera, aunque yo lo ignoraba
en aquel momento.
El
Camino presenta diferentes vías de comunicación, para llegar a
Santiago..
Y
el recuerdo siempre del "Ultreia,
Suseia,"
¡…animo, más allá, más
arriba…!
Toda una aventura. Mi recuerdo de esos trayectos, no por ese paisaje, pero sí de niño cuando en el autobús de linea de nuestro barrio con Sevilla se agolpaban las personas sin que pudieramos movernos. Otros tiempos, ya un poco lejanos, en el que muy pocos teniamos coche y el autobús nos conectaba con el mundo.
ResponderEliminarY tal vez por ser otros tiempos, ya lejanos en nuestras memorias, hacen que los recordemos con nostalgia.
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