Mi
Camino a Santiago Atitlan.
4ª etapa. (2ª
parte)
Crónicas
Guatemaltecas
PANAJACHEL.
(continuación)
Desde la Posada de Don Rodrigo y calle Santander arriba, apenas solo
esta calle forma la población en su eje vertical, llena de tiendas
de regalos típicos de la zona y de los restaurantes, bares y Hoteles
de la población, llego al cruce de la carretera hacia Solóla,
cortada al trafico. Se nota el poco turismo existente, ya que las
dificultades de llegada son evidentes. Aprovecho la insistencia de un
“limpia”, que tras el obligado regateo, me deja los zapatos
perfectos. Contento con su labor, y porque el regateo ha sido solo
por “obligación”, le pago lo pedido en un inicio, 5 quetzales.
(0,50€)
Continuando
subiendo la calle principal, llego a la Plaza Mayor, donde encuentro
la hermosa y sobria iglesia de San Francisco de Asís.
La
fachada, con sus columnas, dan al aspecto exterior una grandiosidad
al templo.
El
sobrio interior, adornado en estas fechas como en todas las iglesias
del país, y con el techo de madera.
En
la sacristía se conserva un magnífico e impresionante retablo de
San Francisco de Asís, cuya restauración duro mas de 35 años, no
se si por su dificultad o por lo normal que es que se eternicen las
cosas en Guatemala.
Me
dirijo a la casa parroquial, para presentarme y solicitar el sellado
de la credencial, donde me atiende una hermosa muchacha y tras
contarle mi tema, me comenta que el cura esta descansando, pero que
va a darle recado.
Espero unos minutos hasta que aparece el párroco,
un hombre ya mayor, algo más de mi edad, pero fuerte y de un gran
aspecto y presencia.
Me
recibe con una abierta sonrisa, que sin saberlo yo intuyo algo
cómplice, y las primeras palabras que me dirige con su profunda voz,
son las de;
“Bienvenido, Peregrino”.
El
acento totalmente español, hacen que directamente le pregunte su
procedencia.
“Pamplonés,
puro navarro,... y peregrino”, es
su respuesta.
Al
momento, y tras un abrazo fraternal, me hace sentar en su despacho, y
me pide noticias y novedades del Camino. Con un café recién traído
por la secretaría, conversamos sobre nuestro Camino y sobre el
motivo de mi particular idea de llegar a Santiago Atitlán.
Don
Martín Lecuona, que este
es su nombre, marcho de España y de su Navarra, hace ya mas de
cuarenta años, y aunque ha vuelto varias veces, cada vez el recuerdo
y la añoranza son mayores. Le hablo de Don Ángel Gogorza, el
párroco de Monreal, que también estuvo por tierras guatemaltecas
hace años, por si lo conoce y efectivamente así es o así cree
recordarlo. La conversación sobre el Camino, en su juventud se
recorrió todo el tramo navarro, me dice con orgullo, hace que pase
rápido el tiempo. Y la sensación de que efectivamente, estoy en el
Camino.
Después
del sellado de las credenciales, un fuerte abrazo y unas lagrimas de
emoción por ambas partes, y un sonoro “AGUR,
compañero”, y como
no, el deseo, que se le nota que le sale del corazón, de un “Buen
Camino a Santiago Atitlán”.
Empieza a atardecer, por lo que aprovecho, aún con la emoción en los ojos, para tomar una comida rápida a base de “pollo campero”, y dando un paseo, ya con el espíritu en paz y tranquilidad, bajo hasta el embarcadero a quedarme extasiado mirando el lago, su reflejos sobre el agua en este tranquilo y hermosos anochecer, y pensando que mañana llegaré, ahí esta, enfrente, al otro lado del lago, a mi final de este Camino a Santiago Atitlán. ¿A mi final del camino….?
El
Camino continua haciéndose presente.
Y
el recuerdo siempre del "Ultreia,
Suseia,"
¡…animo, más allá, más
arriba…!
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