domingo, 14 de julio de 2013

Mi Camino a Santiago Atitlan. 4ª etapa. (2ª parte)

Mi Camino a Santiago Atitlan. 4ª etapa. (2ª parte)


Crónicas Guatemaltecas



PANAJACHEL. (continuación)








 









 Desde la Posada de Don Rodrigo y calle Santander arriba, apenas solo esta calle forma la población en su eje vertical, llena de tiendas de regalos típicos de la zona y de los restaurantes, bares y Hoteles de la población, llego al cruce de la carretera hacia Solóla, cortada al trafico. Se nota el poco turismo existente, ya que las dificultades de llegada son evidentes. Aprovecho la insistencia de un “limpia”, que tras el obligado regateo, me deja los zapatos perfectos. Contento con su labor, y porque el regateo ha sido solo por “obligación”, le pago lo pedido en un inicio, 5 quetzales. (0,50€)




 











Continuando subiendo la calle principal, llego a la Plaza Mayor, donde encuentro la hermosa y sobria iglesia de San Francisco de Asís.





La fachada, con sus columnas, dan al aspecto exterior una grandiosidad al templo.
El sobrio interior, adornado en estas fechas como en todas las iglesias del país, y con el techo de madera.






















 En la sacristía se conserva un magnífico e impresionante retablo de San Francisco de Asís, cuya restauración duro mas de 35 años, no se si por su dificultad o por lo normal que es que se eternicen las cosas en Guatemala.


 












Me dirijo a la casa parroquial, para presentarme y solicitar el sellado de la credencial, donde me atiende una hermosa muchacha y tras contarle mi tema, me comenta que el cura esta descansando, pero que va a darle recado. 
Espero unos minutos hasta que aparece el párroco, un hombre ya mayor, algo más de mi edad, pero fuerte y de un gran aspecto y presencia.
Me recibe con una abierta sonrisa, que sin saberlo yo intuyo algo cómplice, y las primeras palabras que me dirige con su profunda voz, son las de; “Bienvenido, Peregrino”. 
 El acento totalmente español, hacen que directamente le pregunte su procedencia.  
“Pamplonés, puro navarro,... y peregrino”, es su respuesta.
Al momento, y tras un abrazo fraternal, me hace sentar en su despacho, y me pide noticias y novedades del Camino. Con un café recién traído por la secretaría, conversamos sobre nuestro Camino y sobre el motivo de mi particular idea de llegar a Santiago Atitlán.
Don Martín Lecuona, que este es su nombre, marcho de España y de su Navarra, hace ya mas de cuarenta años, y aunque ha vuelto varias veces, cada vez el recuerdo y la añoranza son mayores. Le hablo de Don Ángel Gogorza, el párroco de Monreal, que también estuvo por tierras guatemaltecas hace años, por si lo conoce y efectivamente así es o así cree recordarlo. La conversación sobre el Camino, en su juventud se recorrió todo el tramo navarro, me dice con orgullo, hace que pase rápido el tiempo. Y la sensación de que efectivamente, estoy en el Camino.
Después del sellado de las credenciales, un fuerte abrazo y unas lagrimas de emoción por ambas partes, y un sonoro “AGUR, compañero”, y como no, el deseo, que se le nota que le sale del corazón, de un “Buen Camino a Santiago Atitlán”.

Empieza a atardecer, por lo que aprovecho, aún con la emoción en los ojos, para tomar una comida rápida a base de “pollo campero”, y dando un paseo, ya con el espíritu en paz y tranquilidad, bajo hasta el embarcadero a quedarme extasiado mirando el lago, su reflejos sobre el agua en este tranquilo y hermosos anochecer, y pensando que mañana llegaré, ahí esta, enfrente, al otro lado del lago, a mi final de este Camino a Santiago Atitlán. ¿A mi final del camino….?






El Camino continua haciéndose presente.


Y el recuerdo siempre del "Ultreia, Suseia," ¡…animo, más allá, más arriba…!



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YO MISMO

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DESCANSO EN EL CAMINO