Mi
Camino a Santiago Atitlan.
3ª
etapa. (2ª
parte)
Crónicas
Guatemaltecas
CHICHICASTENANGO.
(continuación)
Andando
hacia el Parque Central, (plaza mayor), a través de la multitud de
gentes que pululan por las calles, ofreciendo unas su mercancía y
las otras regateando el precio de las mismas, llego al pie de las
escaleras que suben a la iglesia de Santo Tomas.
El
templo, de una austeridad total en su interior, solo destacan las
figuras de los Santos, representados vestidos con indumentaria maya,
llena de colorido y tipismo. El colorido, el humo del copal, el calor
humano y la máxima devoción y los sacrificios de los ofertantes,
hacen encontrarse en un lugar único, donde la religión se mezcla
con las antiguas y milenarias creencias mayas.
Es
una lástima la prohibición de fotografiar el interior, que respeto
totalmente, no por parte de la iglesia, sino por no ofender ni ir en
contra de sus creencias a los que están con sus ofrendas de flores y
frutas a sus particulares dioses, con nombres de santos cristianos.
Salgo
en busca de la rectoría, justo en el patio interno de la parroquia,
para presentarme con mi historia peregrina, y tengo que hacer cola en
la misma, ya que cantidad de fieles esperan poder ser recibidos por
el vicario, para su confesión.
El
vicario, un joven sacerdote de no mas de los treinta años, Don Luis,
me recibe llegado mi turno, y mientras avanzo contando mi historia
peregrina a Santiago de Atitlan, veo que sus ojos empiezan a brillar
de un modo diferente.
Su
interés es evidente, y no tiene problema alguno, antes al contrario,
de sellar las dos credenciales que me quedan, y de que le hable del
Camino de Santiago.
El
tiempo pasa, y preocupado por la cola de confesantes, inicio mi
despedida, cuando tomándome por el brazo, Don Luis me dice, entre
una timidez y un orgullo:
“Yo
he estado en Logroño, hace un par de años, en la parroquia de
Santiago, y llegando hasta Najera, haciendo una jornada de Camino".
El compañerismo peregrino, se funde con un abrazo, y con los ojos húmedos, ahora por parte de los dos, me despido de él, y al partir y dejarlo siguiendo con su labor, oigo a mi espalda la frase que me hace, ahora, llorar a lágrima tendida:
“Buen
Camino, Armand…”
Ahora,
ya en la plaza, me dedico al turismo, a decir que no a la multitud de
niños vendedores, de limpiabotas, de mendigos, y a regatear los
pequeños precios de las baratijas que me ofrecen. Y una vez
conseguido el mínimo precio, tras largos y duros regateos, pagar la
cantidad de Quetzales que pedían en un principio, ya que la
diferencia final, no pasa del Euro. En una zona del país donde
llegar a ganar los 100€ mensuales es ya una fortuna, el regateo es
puro formalismo.
Me
quedo a “platicar” con un chaman, algo pasado del licor que toman
para avivar el fuego de los sacrificios, y amablemente se me deja
fotografiarlo, yendo en contra de sus propias creencias. Claro que
algún quetzal me cuesta.
Muchachos
con camisetas del Barça, omnipresentes por todos los lados del país,
al conocer mi condición de barcelonés, se me ofrecen para que los
inmortalice, cosa que con gusto hago para la posteridad.
Cubiertas
mis necesidades de compras, me he gastado en total cinco €, y ya
dirigiéndome a comer al Hotel donde he decidió hospedarme, se me
acercan don niñas mayas, pidiéndome que les compre algo. A mi
negación, y con una gran simpatía, no exenta de un fino descaro
infantil, me dice la mayor: “Pues
nos compras dos raciones de pollo frito, que aún no hemos comido…”
La
tienda del “pollo campero”, siempre presente, esta a nuestro
lado.
Dos
raciones de pollo, al cambio 2,-€, hacen feliz a mis nuevas amigas,
Wendy y Tomasa, que en agradecimiento me dan su número de teléfono,
(la tecnología no esta ausente), para que las llame a mi regreso a
España.
En
el Hotel Santo Tomas, un magnífico edificio colonial, y en los
pasillos de sus balconadas sobre el patio central, cantidad de
figuras de santos.
Me
paro frente a una, de un personaje a caballo, que me llama la
atención. A la pregunta de a quien representa, la respuesta que ya
esperaba.
“El
apóstol Santiago”
Mañana
va a ser un día duro. El viaje a Panajachel, a unos 40 kilómetros,
junto al lago Atitlan, va a tener sus dificultades de transporte.
Informado de la imposibilidad de bus directo, el plan de ruta que me
ofrecen es complejo.
Pero
esta es otra etapa de mi Camino a Santiago de Atitlan.
Y
mi encuentro con el Camino, en la Iglesia de Santo Tomas, junto al
vicario, hizo que estuviese en realidad en El Camino.
SI,
El Camino continúa presente.
Y
el recuerdo siempre del "Ultreia,
Suseia,"
¡…animo, más allá, más
arriba…!
Increible aquella historia del joven párroco y de esas imagenes en las escalinatas de su iglesia. Y como no, esa necesidad de pedir para comer de un país pobre. Incluso con la crisis vivimos bien.
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